De la nueva generación de jóvenes directores surgidos en la década de los ’70 surgidos para renovar Hollywood demostrando que eran unos niños prodigio destacan nombres como Spielberg, Coppola, Ridley Scout, George Lucas y otros muchos que me dejo en el tintero y que contribuyeron a esa renovación cinematográfica. Entre ellos quien será este año galardonado con el premio Princesa de Asturias: Martin Scorsese. Galardón que reconoce la gran labor realizada durante su dilatada carrera en el séptimo arte. Entre sus obras, todas ellas relevantes, recordar Taxi Driver (1976), cuatro años más tarde Toro Salvaje y, ya en 1991, el remake de los años sesenta El Cabo del Miedo. Casualmente, los tres ejemplos protagonizados por uno de sus actores fetiche, el camaleónico Robert de Niro. En muchos de sus trabajos ha interpretado personajes fuera de la ley, como Capone, pero sin duda de los más sanguinarios y terroríficos hasta el momento ha sido Max Cady.
Cady personifica el terror creíble, es el asesino que acecha tras el muro de tu casa, es quien desde cerca te seduce y desde lejos te vigila y persigue para darte caza. No se trata de un asesino palurdo, desagradable a la vista, no te ataca desde tus sueños. Es un hombre inteligente, de mente calculadora y perversa, con un completo dominio de sus emociones las cuales son capaces de engañar a su presa, que posiblemente caiga a sus pies gracias a sus palabras engañosas y su cuerpo escultural. Él es el lobo feroz. Este personaje terrorífico acosará a quien fue su abogado catorce años atrás, Sam Bowden y a su familia. El violador ha pasado todos esos años porque su representante legal ocultó una prueba que mostraba la conducta promiscua de la víctima. La joven de 16 años brutalmente violada por Max se convertiría así en la juzgada. Sam, incapaz de permitir que el violador asesino se convirtiera en la víctima, ocultó dicho dato. La película de Scorsese es un remake de El Cabo del Terror (1962, Dir., J. Lee Thomson), los protagonistas de la primigenia obra tiene papeles secundarios en la de los noventa.
La influencia de Hitchcock en toda la cinta es algo más que evidente. El ambiente de suspense alude claramente a la obra del director británico, además, la música es una adaptación del original de Bernard Herrmann, compositor habitual de sus obras. Entre sus piezas destaca la inolvidable compuesta para Psicosis (1960), así como en la estética de algunos planos y la narrativa del suspense nos remiten directamente a Hitchcock.
Max Cady es el elemento perturbador que viene a romper la aparente apacibilidad de un pueblo y de una familia americana. Una familia no idealizada, pues el matrimonio pasa por mal momento y la hija adolescente tiene problemas en el colegio a causa de fumar marihuana. Una familia que varió en sus valores cuando el proyecto pasó de las manos de Spielberg a las de Scorsese, abandonado este último La Lista de Schindler, cambiando así los proyectos entre ambos. La conversión del elemento terrorífico en un ser normal comenzó en los años sesenta. Norman Bates, de apariencia apocada y comportamiento introvertido, distaba mucho de ser un cruel monstruo. Un guiño a este personaje y su contundencia como asesino ocurre en la cocina de la familia del abogado, cuando Cady se transforma en la asistenta, al igual que Norman con su madre. El símil sin embargo, es únicamente estético y no psicológico.
No obstante, pese a la veracidad con la que se muestra el personaje interpretado por De Niro, en la inolvidable lucha final que mantiene con la familia Bowden, se produce una transformación, su rostro quemado por la ahora valerosa adolescente le confiere características casi irreales, aparentando una naturaleza paranormal. Pero realmente no es un mal que provenga de otro mundo para vigilarnos, si bien aparenta ser sobrehumano. Se trata de un hombre de características completamente terrenales quien en esta ocasión llama a la puerta para asesinarnos.
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