No hay bien alguno que no deleite si no lo compartimos.
Séneca
Queridos amigos de Todo Es Cine:
Un placer volver a estar con todos vosotros. Hoy quisiera hablaros de dos películas que, aunque tengan pequeñas diferencias debido al tiempo que las separa, tienen mucho en común; se trata de Baby, tú vales mucho (1987, Charles Shyer) y Tentación en Manhattan (2011, Douglas McGrath).
Imagen de Baby, tú vales mucho, © 1987 United Artists y Meyers/Shyer. Todos los derechos reservados.
En Baby, tú vales mucho, nos presentan a J.C. Wiatt (Diane Keaton), una mujer que vive solo y exclusivamente para su trabajo. Su carrera meteórica le lleva a dejar de lado todo aquello que entorpezca alcanzar lo más alto. La llegada desde Inglaterra de una niña, un bebé huérfano de la que ella es única familia, le va cambiando todos los planes, hasta que su compañero sentimental, Steven (Harold Ramis), que parecían hecho para su mismo fin, trabajar, acaba marchándose de su vida porque no soporta la idea de un niño en su día a día. Y así hasta llegar a un despido autoimpuesto, en el que J.C. elige irse a una granja, donde volver a empezar.
Imagen de Tentación en Manhattan, distribuida en España por DeAPlaneta © 2011 The Weinstein Company. Todos los derechos reservados.
Tentación en Manhattan, basada en la novela de Allison Pearson, La vida frenética de Kate (I Don’t Know How She Does It), nos lleva a Boston, donde Kate Reddy (Sarah Jessica Parker), cría a sus hijos compagina su vida de madre con la de mujer trabajadora, y para ambas ocupaciones debe estar disponible las 24 horas del día. Sobre todo ahora que Richard (Greg Kinnear), su marido, se ha quedado sin empleo. No obstante, Richard encuentra pronto el trabajo de sus sueños como arquitecto, lo que les lleva a organizar sus vidas para que ambos puedan comprometerse con sus respectivos trabajos. Todo se complica cuando Richard ve cómo Kate pasa muchas horas fuera de casa, máxime cuando aparece en escena un nuevo jefe, Jack (Pierce Brosnan), quien acapara el tiempo y la cabeza de Kate.
Ya nos hemos puesto un poco en situación y, como el final es para vosotros, pasemos a reflexionar sobre ambas películas. Sus tramas nos muestran lo difícil que es compaginar la vida familiar con la profesional. No es fácil para las mujeres; hasta no hace mucho, la mujer siempre estuvo en casa cuidando de la prole, lo que se traducía en que el hombre pudiera poner los cinco sentidos en el trabajo únicamente. Pero estas películas no hablan de la incorporación de la mujer al mundo laboral, sino al de los altos ejecutivos, mujeres que por sus capacidades y preparación pueden acceder a puestos de mayor responsabilidad, y que deben dejar de ser lo que tradicionalmente se entendía como mujer, para ser lo que ha venido entendiéndose como hombre. Y eso es lo difícil, si no imposible. Somos madres y también queremos formar parte de muchos más ámbitos de nuestra sociedad. En muchos países a la maternidad ya se le está dando otro punto de vista, y es porque hay que entender que esos niños son el futuro, nuestros futuros doctores, maestros, fontaneros. Son el futuro con mayúsculas. Está en el padre y en la madre llevarlos a buen puerto, por el bien de la sociedad.
Si cambiamos nuestra postura y tenemos más idea de las necesidades de nuestro tiempo, podremos ayudar a las mujeres a llevar su carga de manera más liviana, y por lo tanto mejor repartida, entre hijos y trabajo.
Por eso un gran sabio como Séneca ya nos enseñó que no hay bien alguno que nos deleite, si no la compartimos.
Entre todos, iremos mejor.
Con todo el cariño, feliz noviembre desde la Mecedora.
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