El educador que comienza demasiado pronto a castigar
corre el riesgo de no acabar jamás de castigar.
Santiago Ramón y Cajal
Queridos amigos de Todo es cine:
Un placer volver a estar con todos vosotros, os agradezco la acogida que le ofrecéis cada día a los artículos que compartimos como buenos amigos del cine; gracias porque sin vosotros no existiría esta unión. Hoy si os apetece, hablaremos de una película de 1967, Rebelión en las aulas, dirigida por James Clavell y basada en la novela de E. R. Braithwaite, To Sir, with Love.
Rebelión en las aulas -To Sir, with love. Derechos reservados a Columbia Pictures
Ante todo nos retrotrae a otra época, la de los sesenta en Inglaterra, en una pequeña clase de instituto en un barrio marginal (luego hablaremos del tema). Nos muestra la vida de los chicos, que siempre parece que la juventud es rara y avasalladora, incluso los filósofos clásicos hablaban de la juventud como si de hoy en día se tratase, allí no era diferente. La película nos enseña cómo a ese instituto llegaban los chicos y chicas rebotados de otras instituciones académicas, y que acababan allí hasta rellenar su tiempo lectivo. En este caso, como en todos, el “efecto Pigmalión” es un elemento a tener muy en cuenta, y el gran desorden en las aulas y en la coordinación del instituto hace que parezca una penitenciaría.
Al North Quay Secondary School llega Mark Thackeray (Sidney Poitier), un hombre de color en su traje flamante, educado, de orígenes pobres que se hizo a sí mismo y sabía lo importante de los estudios, que te hacen ser mejor, te hacen que puedas explicar mejor tus ideas, plasmarlas; no es cuestión de dinero ni de llegar a lo más alto, sino de llegar a lo más profundo, el saber.
Como no tenía trabajo de ingeniero, su verdadera profesión, se embarca en la aventura de enseñar, algo que cambiará su vida y la de los que le rodean. Así llegará a una clase anárquica, donde unos chicos acostumbrados a una vida triste, llena de palizas y de pocas ayudas, pagan con el colegio su frustración. No es nimio el trabajo de este maestro. Poco a poco llega a ganarse la confianza, el respeto y el cariño de estos alumnos quienes, en su mayoría, tenían ya un currículum en la comisaría. Pasa el tiempo y en su actitud y rectitud, acaban acudiendo a él cuando no hay otro hombro que buscar, cuando se muere la madre de uno de sus alumnos. Pero Mark Thackeray pone normas, él es el primero en insistir, hasta que por fin el aprendizaje llega.
Es una película que ha dado paso a otras muchas, en las que un profesor y su empatía llegan a enamorar. Pero aquí, independientemente de que contraste y hasta choque el estilismo (habla de gente de suburbios pero llevan una ropa y unos peinados de modelos de pasarela incluso para hoy en día), también se preocupan de la moda. Todo es cíclico y vuelve lo que se llevó hace muchos años, y nos creemos modernos. De ahí que les lleve de excursión al Museo Victoria & Albert, de moda, él les dice que en aquellos tiempos también se creían únicos y que la juventud lleva intentando cambiar el mundo toda la vida; y seguimos, nada parece nuevo. Realmente y retomando nuestra reflexión, el vestuario de la película no encaja dentro de la historia.
Pero bueno, la idea queda plasmada, los adolescentes, los niños, todos, necesitamos de maestros; no todo el mundo tiene el poder, el don de ser un gran maestro, pero por sólo estar cerca de nosotros, es ya un privilegio. Mejor con cultura y tener alguien que la enseñe.
En este instituto el director tenía prohibido pegar o castigar físicamente a los chicos, y se quejaban los profesores de que estaban en desventaja con respecto a los padres que sí podían hacerlo. Bueno, Mark Thackeray les educó y sin ejercer esta clase de poder: para llegar al respeto hay que respetar. Y como bien explica la película, se debe ser un hombre, una mujer y no un miedoso, porque crecer significa crecer en todos los sentidos.
Y como nos recuerda la máxima de Ramón y Cajal, no empecemos a castigar, corremos el riesgo de no poder parar nunca.
Con todo el cariño, feliz julio desde la Mecedora
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