El hombre se adentra en la multitud para ahogar el clamor de su propio silencio.
Rabindranath Tagore
Queridos amigos de Todo Es Cine:
Un placer volver a estar con todos vosotros. Comenzamos un nuevo año y lo hacemos revisando la película británica Bohemian Rhapsody (2018, Bryan Singer). La historia nos lleva a un aeropuerto londinense, allí Farrokh Bulsara (Rami Malek) trabaja recogiendo los equipajes de una compañía aérea, donde sus compañeros se dirigen a él empleando el adjetivo de “paki”, a pesar de que él insista en que no es pakistaní. Llega a su casa y su madre y hermana preparan la mesa para la cena, mientras esperan a su padre. A Farrokh nada de eso le gusta, busca en otros lugares su sitio. Acude a un pub donde escucha al grupo Smile, unos chicos jóvenes como él que tocan, y le encanta su música. Allí puede ser él mismo.
Además conoce a Mary Austin (Lucy Boynton), y pronto se hacen amigos. Una de las noches, los integrantes del grupo Smile pierden a su vocalista, y Farrokh intenta entrar en el grupo, solo la demostración de su valía vocal les deja sorprendentemente atónitos, mientras menciona que sus cuatro incisivos de más le han permitido tener esa capacidad. A partir de entonces, la película nos muestra cómo se inicia una bella historia con Mary, quien le comprende, conoce esas excentricidades, trabaja en una tienda de ropa de mujer y le busca atuendos que a él le encantan. Juntos están noche y día, fabulan sobre un futuro mejor.
Mientras, su grupo sigue avanzando. Venden su furgoneta para editar su primer álbum, y empiezan a llover las actuaciones, los viajes. Ya convertido en Freddie Mercury, pide matrimonio a Mary, dándole un anillo de diamantes que ella promete no quitarse nunca. Pero él se va a Estados Unidos de gira y, cada día, las llamadas son más frías; cuando regresa, Mary ya no ve en él todo ese afecto que Freddie sentía por ella al principio. Él se hace rico con su trabajo, pero la pierde a ella, quien ha notado que la vida del cantante va por otros derroteros, aunque jamás pierde su amistad. Compra una gran casa que comparte con sus gatos y, a pesar de ello, no prescinde de Mary, quien vive enfrente, en un piso cerca de él, y en las noches de soledad se llaman, llenando el vacío de la soledad con un juego de luces. La historia sigue y es para vosotros.
Es una película alegre, independientemente de las licencias de su guion o de que sepamos el final. En ella hay una gran magia, la música, una banda sonora que nos trae el recuerdo de momentos de otra época, canciones felices llenas de nuevas sensaciones. En Bohemian Rhapsody se ve cómo jugaban y experimentaban con la música como si de una cocina se tratara, siendo los platos una explosión de sabor que a nadie deja indiferente.
Esta magia nos une a nuestros ancestros, la magia que nos ha movido evolutivamente a lo largo de toda nuestra existencia, como regresando a la tribu en un acto compartido que nos hace más altruistas. Además, toda esa música crea en nuestro cerebro un neurotransmisor, la dopamina; incluso en enfermedades del cerebro, la música sigue estando presente en nuestros recuerdos.
Con la música, entre las multitudes, Freddie Mercury encontró su sitio; en el escenario se convertía en lo que realmente era, él buscaba el clamor de todos para encontrarse, y allí, en ese momento, el tiempo se detenía. Allí es donde se le debe recordar, como el gran cantante que era, con su magnífica voz y su cualidad de ser tenor y barítono indistintamente; Mercury no pertenecía a nada, estaba en el escenario con su familia de Queen.
Por eso, no es una película que deje indiferente, como reza la máxima “el hombre se adentra en la multitud para ahogar el clamor de su propio silencio”.
Con todo el cariño, feliz año nuevo y feliz enero desde La Mecedora.
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