Dirección: Sidney Lumet.
País: USA.
Año: 2007.
Duración: 123 min.
Género: Drama, thriller.
Interpretación: Philip Seymour Hoffman (Andy), Ethan Hawke (Hank), Marisa Tomei (Gina), Albert Finney (Charles), Rosemary Harris (Nanette), Michael Shannon (Dex), Brian F. O’Byrne (Bobby), Amy Ryan (Martha).
Guión: Kelly Masterson.
Producción: Michael Cerenzie y Brian Linse.
Música: Carter Burwell.
Fotografía: Ron Fortunato.
Montaje: Tom Swartwout.
Diseño de producción: Christopher Nowak.
Vestuario: Tina Nigro.
Estreno en USA: 26 Octubre 2007.
Para todo aquel que pensase que lo había visto todo en la gran pantalla, aquí viene una película que dará al traste con toda idea preconcebida. Before the Devil knows you are dead conseguirá dar, a ciencia cierta, una vuelta de tuerca a los filmes de catastrofismo ilógico, o más bien, a las películas de ilógica catastrófica. Y es que en esta cinta se masca la tragedia fotograma a fotograma, y el espectador pronto cobra conciencia del laberinto sin escapatoria en que se convierte la ambición, la pelonería y la falta de integridad. Cincuenta y un años después de presentar ante la opinión pública Doce hombres sin piedad, Sidney Lumet se reinventa a sí mismo en una película de género indefinible –su tragedia y su a veces absurdez, están recubiertas de tintes que rozan la comicidad de tan descabellados-, y que sigue -pero mejora- la línea que marcaran películas como Gloria (1999) o Declaradme culpable (Find me gulty, 2006).
En esta ocasión Lumet nos narra las desafortunadas medidas que dos hermanos son capaces de tomar, a fin de paliar sus extremas necesidades financieras. Hank (Ethan Hawke), el menor de la familia, se debate entre la pobreza y la miseria a las que le han abocado un divorcio sangrante y una pésima gestión. Por su parte Andy (Philip Seymour Hoffman), se encuentra sometido a los rigores de una peligrosa adicción a la heroína, la cual le empuja a desfalcar a su empresa y engañar a Gina, su olvidada esposa (Marisa Tomei). En el fragor de la desesperación, un plan urdido con poco atino por Andy –auténtico Caín fraticida-, empuja a su hermano menor a atracar la joyería que sus propios padres poseen en Wetchester, Nueva York. Una peligrosa combinación de miedo y altanería, llevará a Hank a contratar a un ladrón profesional, con terribles consecuencias que acabarán en un atípico crimen. Basada en la novela homónima de Michael Ledwidge, y con un título que remite a un brindis irlandés (“May you have food and raiment, a soft pillow for your head; may you be 40 years in heaven, before the devil knows you’re dead.»), este film muestra el descontento de una sociedad hastiada, cuyo epílogo no puede ser otro que el fracaso provocado por su insistente tendencia a buscar la máxima satisfacción en el menor tiempo posible. Una sociedad que se muestra como antítesis generacional de un mundo, el de antes, labrado en el sacrificio y el trabajo duro.
Resulta indudable que el señor Lumet sabe rodearse de un gran equipo, destacando un director de cásting excepcional, a quien debemos la elección de un elenco nada desdeñable para esta postrera puesta de largo: a Ethan Hawke y Philip Seymour Hoffman se le añaden Albert Finney y Marisa Tomei, todo un póker de ases que ayuda a Lumet a presentar una película bien orquestada, de estética cuidada e indudable aire retro, no exenta, en cambio, de polémica –lamentable la jarana en torno al tráiler censurado por los desnudos de Tomei-. Se trata, por tanto, de una película con gancho comercial y gran calidad, tanto narrativa como estética, en la que, por descontado, se vislumbra el talento de su gran realizador. Sublime el desenlace final, mezcla de sordidez y justicia propia de la ley del Talión. Un broche de oro para un film con indiscutible sello de autor.
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