Acabamos de iniciar octubre pero la temperatura es todo menos otoñal. El aire es denso, casi sólido, y el regusto a petróleo, a calor y a desierto surca Madrid. Me abro paso a través de las calles para encontrarme con el cineasta francés Michel Hazanavicius, ganador del Oscar a mejor director por The Artist, que ahora visita la ciudad para estrenar Mal genio. La cinta, presentada en la pasada edición de Cannes, aborda la figura de Jean-Luc Godard y su relación con la actriz Anne Wiazemsky durante su etapa más política. A pesar de que desconoce si es su cinta favorita, confiesa: “con ella me he divertido muchísimo, de todas es la que más se parece a mí, la más cercana a lo que soy yo”.
Distingo a Hazanavicius entre un grupúsculo de periodistas. Es un hombre serio, casi marcial; su postura indica una seguridad incontestable y el modo en que se expresa le da un toque de lejanía refinada. Viste elegantemente y al tiempo casual: jersey apretado, pantalones chinos, calcetines por los que asoman un jugador de polo y su caballo. Me mira conforme me aproximo, en un plano general que enseguida cierra a corto. Le ofrezco la mano y se sorprende, aunque corrige sobre la marcha para saludarme. Le gusta el gesto. Tan pronto como tomamos asiento, la extrañeza de Hazanavicius se va disolviendo, especialmente cuando habla de la importancia que le da a la crítica y su relación con los periodistas cinematográficos: “los críticos, en general, no saben la esencia de hacer cine, ni siquiera tienen el mismo vocabulario que los directores” comenta entre seguro y temeroso “salvo algún blogger experto en la materia, los críticos están muy alejados de lo que es el cine”. Le miro y pienso en los autores de la nouvelle vague, todos ellos críticos de cine. Me atrevo a confesarlo: “a excepción de Truffaut, Godard, Chabrol y todo el equipo de André Bazin, supongo”. Hazanavicius se queda pensativo, me mira y dice un “efectivamente” al que sigue una tímida carcajada. También yo río, ambos lo hacemos, y es entonces cuando veo al cineasta que esperaba, abierto, irónico, divertido. Seguimos hablando y el tiempo pasa con rapidez, debemos finalizar la entrevista. Me incorporo y, mientras busco las llaves del coche, Hazanavicius se apresura a ofrecerme la mano. Su memoria me sorprende y me emociona, así que también yo le correspondo para despedirme afectuosamente. Estrechamos nuestras manos mientras emite un delicado “merci beaucoup”. Lo que Hazanavicius no entiende es que el agradecimiento es mío, íntegramente mío.
Cada una de sus películas responde a un estilo, una temática e incluso un enfoque diferente. ¿Cómo decide cuál será su siguiente proyecto?
Si te soy sincero, no sé muy bien por qué elijo uno y no otro. Es algo muy intenso, en realidad desconozco el porqué pero, en un momento dado, hay una película que predomina sobre las demás; de repente me doy cuenta de que es muy posible que, lo que veo, sea la ocasión de contar algo de otra manera. Me decanto por las películas que me ofrecen la posibilidad de preparar historias nuevas y diferentes como autor.
En Le redoutable usted adapta la biografía de la actriz Anne Wiazemsky, Un an après, en la que narra su relación con Jean Luc Godard. Esto me hace pensar en estos dos personajes ¿cuál ha sido su relación con Godard y con Wiazemsky?
A Jean-Luc Godard le envié el guion, le dije que estaba haciendo una película sobre él y sobre su relación con Wiazemsky. Obviamente le hablé del libro, le comenté quién interpretaría a quién, le dije todo. Él me pidió el guion, eso sí, y yo se lo mandé; pero a día de hoy todavía no he recibido ni una contestación. Nada. Aunque le invité al estreno y a ver la película, tampoco me contestó. En realidad nunca me ha dicho nada. Mi trato con Anne Wiazemsky fue muy diferente. Tuvimos una relación cordial. No obstante, hubo complicaciones al principio. En un primer momento, Wiazemsky no quería cederme los derechos del libro para llevarlo a la gran pantalla, le preocupaba cómo lo enfocaría, el modo de retratar este episodio de su vida. Hablamos mucho pero no estaba convencida. Hasta que un día le comenté que quería que el enfoque de la película y de Godard fuese desde una perspectiva divertida, le comenté que sería un retrato un poco humorístico. En ese momento me dijo que sí, que me cedía los derechos. Es más, me comentó “haz la película que quieras, es tuya, no digo nada; y si no me gusta, ya veremos cómo lo arreglamos para que estemos satisfechos ambos”. Pero al final no fue necesario, la película le gustó tal como estaba.
En sus películas el cuidado por la dirección de arte, la fotografía y la imagen es muy elevado. En el caso de Mal genio esto se percibe muy claramente. ¿Cómo fue el proceso de planificación?
Al contrario que el proceso de escritura de guion, que me llevó cuatro meses, el de planificación fue largo y complicado. Pero se lo explico muy brevemente. El rodaje es siempre una reconstrucción de lo que ya he planificado. Durante la planificación intento reproducir lo se va a filmar y también la manera en que se va a filmar. Es como un desfase en el juego. Lo que siempre hago es situar el cine entre el espectador y yo. Además, en este caso, era muy importante dar importancia a la estética. Godard es un director muy estilizado, pensaba que había que tener mucho cuidado con la manera en que se cuentan las cosas. Siempre se ha abierto a diferentes temáticas pensando en cuál sería la manera más interesante de contarlas; no es solo filmar la imagen, sino pensar en la imagen, y eso es lo que yo intento hacer con mi trabajo.
Hablando de Jean-Luc Godard, usted mencionó en cierta ocasión: “Godard no es ni mi dios ni mi héroe. Es el líder de una secta y yo soy agnóstico”. Resulta paradójico teniendo en cuenta que le ha dedicado toda una película
En realidad, creo que es lógico, piense que si tuviese una total admiración por Jean-Luc Godard habría hecho una película en absoluto estimulante, sería una cinta ñoña repleta de fervor. Mal genio no habría sido nada atractiva. Por eso mismo creo que Anne Wiazemsky* me cedió los derechos de su biografía, porque el no tener esa admiración total me permite explorar su lado más oscuro. Y son precisamente esas paradojas que Godard me suscita las que han hecho que la película sea mucho más interesante.
* Un día antes de que se publicara esta entrevista, la actriz, escritora y directora Anne Wiazemsky (1947) moría en París.
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