Dirección: Michael Patrick King.
País: USA.
Año: 2008.
Duración: 148 min.
Género: Comedia romántica.
Interpretación: Sarah Jessica Parker (Carrie Bradshaw), Kim Cattrall (Samantha Jones), Kristin Davis (Charlotte York), Cynthia Nixon (Miranda Hobbes), Chris Noth (Sr. Big), Candice Bergen (Enid Frick), Jennifer Hudson (Louise), David Eigenberg (Steve Brady), Jason Lewis (Smith Jerrod), Mario Cantone (Anthony Marentino), Willie Garson (Stanford Blatch).
Guión: Michael Patrick King; sobre la serie de televisión creada por Darren Star y basada en los personajes creados por Candace Bushnell.
Producción: Michael Patrick King, John Melfi, Sarah Jessica Parker y Darren Star.
Música: Aaron Zigman.
Fotografía: John Thomas.
Montaje: Michael Berenbaum.
Diseño de producción: Jeremy Conway.
Vestuario: Patricia Field.
Estreno en USA: 30 Mayo 2008.
Estreno en España: 20 Junio 2008.
“Mi educación antisentimental: ¿amor en Manhattan? No, gracias…” Así comenzaba la rompedora lección de afectos que fue Sex in the City, libro trasgresor y revelador de Candace Bushnell que todos, o la mayoría, leímos más por curiosidad que con fervor. Así comenzaba también, aunque esto no lo supiera su autora, una de las sagas televisivas más afamadas de la historia catódica, gracias no sólo a la inusitada sinceridad de los relatos sexuales –que no amorosos- de cuatro de las protagonistas del libro, sino en gran medida al magnetismo y fascinación que producen –y a raudales-, los hábitos de vida y tendencias de Carrie, Samantha, Miranda y Charlotte, cuatro amigas neoyorkinas convertidas en familia numerosa, que comparten avatares, amoríos, jaranas y moda, en un universo convulso y cambiante que luchan por dominar. Y es que Sexo en Nueva York es un título que dice mucho del contenido de la serie: sexualidad y cosmopolitismo. Sin embargo, sería excluyente y harto reduccionista el hablar de esta serie –y por ende película-, sin referirnos a su alma máter y aun esencia, Carrie Bradshow, aunque quizá sería más acertado hablar de su álter ego, Sarah Jessica Parker, auténtica creadora del estilo y pulso de Sex in the City. Fue Parker –junto con la HBO- quien creyó en el proyecto y supo verle sus cualidades antes de que los demás atisbaran el éxito en que se iba a convertir. Esta mujer menuda, a quienes tantos han reprochado un estilismo discutible y cuyos rasgos no parecen encajar en el perfil hollywoodiense por excelencia, ha conseguido imponerse como gurú de la moda de medio mundo, y modelo de referencia para el otro medio. Millonaria gracias a la magnífica idea de enfundarse unos Manolo Blahnik y deambular con tutú por Nueva York, Carrie-Sarah Jessica se ha convertido en todo un icono del movimiento fashion-victim, tan popular como denostado por frívolo, y que, no obstante, siembra bastantes más simpatías que desafecciones.
En esta ocasión, acompañamos a estas cuatro amigas Carrie, Samantha (Kim Cattrall), Charlotte (Kristin Davis) y Miranda (Cynthia Nixon), en su camino hacia la madurez y la consecución del amor. Al contrario de lo que había sido la senda natural de la serie, y siguiendo la línea trazada en los últimos capítulos, el romanticismo vuelve a situarse como epicentro de Manhattan, esta vez precipitado por el repentino enlace de boda de Big y Carrie. Ajena a todo mal augurio, nuestra protagonista sufrirá un desengaño más doloroso de lo esperado al ver que su mundo, hasta entonces controlado, se desmorona sin que pueda hacerle frente. Al mismo tiempo, sus amigas, convertidas en auténtica familia, verán cómo sus vidas no son tan idílicas como habían imaginado, teniendo que hacer causa común entre todas para superar la fase que les llevé, definitivamente, a la vida adulta. Con las tomas exteriores que caracterizan el estilo fresco y dinámico de esta saga, y fieles a la moda, a los excesos y a la terapia de grupo, es Sexo en Nueva York una película no sólo esperada, sino en ocasiones esperable, con muchas de las claves de la serie presentes, a pesar de que peque en demasía, de romántica y novelesca, no ya en sus personajes, de por sí descreídos y escépticos, sino en la propia estructura narrativa y temática, cercana a los cuentos de hadas de los que todos rehusamos, en mayor o menor medida. Bien sea por la tendencia a sobrevalorar el romanticismo del que adolece la cinematografía actual, bien porque es una buena vía de redimir a cuatro mujeres desafortunadas en el mundo de los afectos, esta película destila un extraño poso de amargor. Quizá se deba a que el final de la propia serie dejó el listón demasiado alto para una futura continuación en la gran pantalla, o bien por el exceso de publicidad de marcas fetiche, o quizá porque el hecho de ir dirigida a un público mayor obligue a ciertas concesiones reprochables televisivamente por sus acérrimos seguidores, lo cierto es que hay algo en esta película que parece entregar más dosis de aspereza que de confianza.
Apreciaciones aparte, Sexo en Nueva York es una cita indudable para aquellos que siguieron y vivieron las andanzas de estas cuatro inseparables de la gran manzana, así como para aquellos que, inquebrantables, no se dejaron seducir por sus frívolas veleidades. A todos ellos les va a fascinar el derroche de color, energía y sentimientos que siempre ha supuesto, y supone, la impía pero fascinante historia del sexo en una ciudad como Nueva York.
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