phoenixDirección: David Yates.
Países:
Reino Unido y USA.
Año: 2007.
Duración: 138 min.
Género: Aventuras, drama, fantasía.
Interpretación: Daniel Radcliffe (Harry Potter), Rupert Grint (Ron Weasley), Emma Watson (Hermione Granger), Helena Bonham Carter (Bellatrix Lestrange), Michael Gambon (Albus Dumbledore), Robbie Coltrane (Rubeus Hagrid), Ralph Fiennes (Lord Voldemort), Jason Isaacs (Lucius Malfoy), Gary Oldman (Sirius Black), Alan Rickman (Severus Snape), Maggie Smith (Minerva McGonagall)
Guión: Michael Goldenberg; basado en la novela de J.K. Rowling.

Hablar de un fenómeno de masas como Harry Potter nunca es fácil. La horda de fervorosos y detractores que este personaje suscita es global, y ciertamente asusta el poder herir susceptibilidades en ambos bandos. Sin embargo, ante la última entrega sobre los lances de este desventurado mago, no podemos sino admitir que es Harry Potter y la Orden del Fénix uno de los mejores episodios de la saga, acaso el mejor.  Y es que esta colección de filmes basados en el personaje de J. K. Rowling ha sido palpablemente desigual, encontrando entregas excelentes –como es el caso-, e inmejorables –la mayoría-, a pesar de que alguna versión resulte a todas luces tibia. No obstante, resulta indudable, e incluso comprensible, que exista multitud de filias promovidas por las andanzas de Potter y sus inseparables compañeros, puesto que no deja de sorprender la inagotable capacidad de creación de una autora que, a pesar de las tiranteces económicas sufridas en el pasado, ha visto engrosar su capital a base de tesón y talento, creando no sólo un personaje cercano, atormentado y dúctil, sino paradójicamente humano y sobrenatural, que tan pronto se muestra inseguro y desorientado, como fuerte e inmortal ante sus adversarios.

Y son los adversarios, precisamente, lo que en esta última entrega abunda a mansalva. Si el joven mago creía que el peor enemigo contra el que debía luchar lo representaba la adolescencia, ahora comprobará cómo Voldemort sigue siendo, y por mucho tiempo, la mayor amenaza a batir. Tras haber perdido credibilidad ante sus compañeros y profesores, el fantasma del “que no debe ser nombrado” planeará sobre Harry con inquebrantable dureza, haciendo del joven un solitario y desconsolado mago que ve cómo todo el mundo de la magia pierde la confianza que tenía depositada en él. Sus avisos y advertencias serán interpretadas como infundadas por todos, salvo por un pequeño reducto de sabios, la Orden del Fénix, en donde el mago de ojos verdes y gafas imposibles encontrará su único apoyo. Creada para defender la verdad y vencer al mal, la Orden actuará por cuenta propia, en contra de los mandatos oficiales. Entre sus filas se encontrarán desde profesores míticos de Hogwarts como Lupin y Snape –fabuloso Alan Rickman-, como a los padres de Ron, Molly y Arthur Weasley, y hasta el mismísimo padrino de Harry, Sirius Black –interpretado por nuestro adorado Gary Oldman-.

Sin embargo, los esfuerzos por sacar a la luz la magnitud del conflicto se verán contrarrestados por la indómita fuerza del Ministerio de la Magia, peligroso organismo obsesionado con minimizar los efectos de la verdad sobre la opinión pública. En medio de una inquisitorial vorágine para calmar a la ciudadanía, el Ministerio se convertirá en un cuerpo censor, capaz de acallar a los que defiendan la libertad a golpe de decreto. Con grandes paralelismos con la realidad, parece desprenderse de esta narración un trasfondo crítico y sagaz, indicador indudable del momento de crisis existente en la actualidad, en la que las libertades individuales parecen ser la moneda de cambio ante una amenaza que, a pesar de ser real, nunca justifica lo suficiente tales medidas. Como elemento visual, resulta enormemente acertada e ilustrativa la masiva aprobación de leyes en contra de las libertades individuales que se van colgando en una de las paredes de Hogwarts, así como la aparición de la mano de hierro del Ministerio, Dolores Umbridge –magnífica Imelda Staunton, conocida por El misterio de Vera Drake-. Esta nueva “Primera Dama”, será situada a cargo de la escuela, para evitar que los rumores sobre el regreso de Voldemort se difundan entre el alumnado, creando una importante escisión entre los que creen a Harry y sus advertencias y los que creen la versión oficial del Ministerio. Umbridge se erigirá pronto en la suplantadora de Dumbledore, imponiendo un régimen de censura, de inquisición y de miedo como herramienta de control de los niños. Dirigida por David Yates, desempeñando el puesto que antes ocuparan directores como Chris Columbus o Alfonso Cuarón, el que fuera director de películas eminentemente televisivas como The Girl in the Café, no puede sino sentirse orgulloso al haberse  embarcado en un proyecto de la magnitud de Harry Potter, máxime cuando su experiencia previa no parecía avalar tal responsabilidad. Aprobado en la realización, y con creces, el director ha sabido beber de la experiencia pasada de sus predecesores, incluyendo en esta ocasión un toque áspero, desestabilizador y maduro, visible no sólo en los innumerables pasajes de terror, sino también en una temblorosa cámara en mano, que recuerda a producciones independientes alejadas de la fisonomía usual de la saga Potter. Añadido a su desasosegadora estética, el plantel de figuras de la actuación británica que se dan cita en este filme -Helena Bonham Carter (como Bellatrix Lestrange), Michael Gambon (Albus Dumbledore), Ralph Fiennes, Alan Rickman, Maggie Smith, Imelda Staunton y la magnífica Emma Thompson- resulta no sólo atractivo, sino increíblemente sobresaliente.

Respecto a la escena más famosa de su metraje, debemos señalar que el beso que Harry y Cho Chang comparten en esta quinta entrega es perfectamente anecdótico, y en ningún caso de mal gusto, a pesar de que parezca ser lo único de la película que desentone con respecto al resto de la producción. No obstante, nos consta que esta escena, junto con las otras que componen las casi dos horas y media de duración de Harry Potter y la Orden del Fénix, van a hacer las delicias de un público entregado e incondicional, que en parte agradece que el protagonista de Equus haya dado un toque menos ingenuo e inocente a su alter ego mágico. Finalmente, tan sólo cabe añadir, en la línea de Dolores Umbridge, que en esta película se ha conservado lo que era conservable, se ha mejorado lo que era mejorable, y se ha enterrado lo que era intolerable. Notable alto, como mínimo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *