El primer paso para dignificar una sociedad es amarla
Queridos amigos de Todo Es Cine:
Como siempre, es un placer volver a estar con todos vosotros. Hoy me gustaría proponeros una reflexión que me lleva a hacer notar la cantidad de antologías que sobre las “casas” hay en el cine. De momento, nos vamos a quedar con El coloso en llamas, El pisito, El apartamento y Cinco metros cuadrados.
Imagen de 5 metros cuadrados, película distribuida en España por A Contracorriente Films © 2011 Aliwood Mediterráneo Producciones. Todos los derechos reservados.
A estas historias no les importa decirnos si la casa es un gran edificio o un pequeño apartamento, la cuestión es la necesidad que siente el ser humano de tener un lugar donde vivir. El coloso en llamas (1974, John Guillermin), protagonizada por Paul Newman, Faye Dunaway y Steve McQueen, nos habla de una época que por las vestimentas y las modas nos parece ya muy lejana, pero que nos recuerda algo muy reciente, y es el hecho de que la especulación, el afán de enriquecerse, la mala gestión y los bajos presupuestos provocan que un gran edificio pueda ponerse a arder, lo que conlleva el fin de todos los personajes que quedan, ellos y sus vidas, en ese edificio.
El pisito (1959, Marco Ferreri), parece un título gracioso y amable. Pero que titulemos con diminutivos a determinadas realidades tan sólo es el resultado de intentar hacer dulce lo que no lo es. Nuestros grandes actores Mary Carrillo y José Luis López Vázquez emprenden una vida que, aunque también lejana en el tiempo, vuelve a reaparecer otra vez hoy en día. Quieren casarse después de los años, él vive con otras personas en una casa de bajo alquiler, arrendada por una mujer mayor, en la que al menos puede dormir en una cama. La cuestión es que la pareja no se puede comprar una casa, y vivir amontonados no es su idea. Entre todos piensan que la solución sería que él se casase con la dueña de la casa, y así después se pudiera quedar con ella y su baja renta.
El apartamento (1960, Billy Wilder), nos habla de otra historia, la de un hombre (Jack Lemmon) que es gris, no parece que exista entre tantas máquinas de escribir, pero sólo aparece cuando sus jefes quieren tener una aventura y su apartamento les viene al pelo; así pasa su vida, hasta que conoce a la ascensorista de su oficina (Shirley MacLaine).
Cinco metros cuadrados (2011, Max Lemcke), vuelve ahora a lo que, por desgracia, también conocemos. Una pareja de jóvenes quiere empezar una nueva vida, con su piso y su boda, lo que les lleva a hacer planes para más adelante; pero igualmente la especulación, la mala gestión, les lleva a pasar la peor de las pesadillas.
Como veis, la reflexión nos hace pensar en lo importante que es una casa, el hogar, la vida; el poder tener a tu familia, a lo que quieres. Es el “refugio” donde descansar, es el lugar que te da la libertad. El tener que depender de otras personas no te deja serlo, aunque ellos se esfuercen. Todos debemos tener nuestra privacidad.
Por eso espero que ya nunca más los directores de todas y cada una de las películas de las que hemos hablado, sobre todo la última, tengan la necesidad de volver a dejarnos ese poso de impotencia y dolor. Ojalá algún día los individuos entiendan que no sólo hay que enriquecerse, que hay que cambiar el “idioma” que ahora hablamos, que si no son las leyes, sí sean las personas las que no amparen a quienes han hecho estas tropelías.
Sería muestra de una sociedad limpia y digna, a la que todos amaríamos.
Con todo el cariño, desde la Mecedora.
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