Por el hotel Fénix de Madrid, han desfilado Cary Grant, Bill Clinton y los Beatles. Lo que sus huéspedes nunca han visto, y de eso doy fe, es un concierto a seis manos como el que ahora nos presentan Ernesto Alterio, Diego Martín y Alberto Lozano, con su nuevo filme Amigos. A medio día, cuando las isobaras y el mercurio no dan tregua al asfixiante photocall, comienza el turno de entrevistas presidido por un Ernesto Alterio exultante, con tonos nude y coronando su atuendo casual con un insólito bastón. A su lado está Diego Martín, magnífico en pose y prosa, una prosa cuidada y sutil que ya nos engatusó en anteriores ocasiones, y con la que hoy vuelve a desplegarse con total naturalidad. Completa la tríada Alberto Lozano, (Los novios búlgaros, Noviembre), que con su afabilidad pone el acento cómico a este grupo muy Saura de Stress-es tres-tres. Me siento frente a ellos, aunque nuestra disposición impide que pueda fijarme a mano alzada en todos a la vez. Nos acercamos un ápice. Sigue la incomodidad así que nos acercamos más y más, tanto que durante toda la entrevista, Alterio y yo debemos hacer esfuerzos titánicos por no darnos mutuamente un golpe con nuestras piernas plegadas. Conozco por primera vez a Lozano, y aprovecho para ahondar en la personalidad de Martín. Con Alterio tengo una asignatura pendiente, hace más de una década que no le veo y al fin tengo ocasión de demostrarle que Oscar Wilde y Hitchcock estaban en lo cierto: cuán importante es llamarse Ernesto. Pero también Rebeca.
Ernesto Alterio.- ¿Me dejas el pressbook?
Alberto Lozano.- Luego me lo pasas, Ernes.
Lucía Tello Díaz.- ¿Todavía no lo habéis visto?
Diego Martín.- No, no, esto no ¿verdad?
EA.- Qué va, todavía no
LTD.- Amigos es una película producida por un canal de televisión y además centrada en aspectos televisivos, ¿cómo ven la situación actual del universo catódico?
D.G.- Pues no me cansaré de decirlo, creo que vivimos en un momento en que hay mucha queja de todo y, aparte de lo obvio, que sería quejarse de las cosas que no nos son ajenas, me gustaría que toda la gente aceptara el grado de responsabilidad que tiene en lo que sucede; me parece muy fácil y muy gratuito quejarse, y con esto no defiendo lo que pasa en televisión, todo lo contrario, quiero decir que todos sabemos cómo es, resulta casi un lugar común el afirmar que en la televisión hay basura, pero hay muchas otras cosas que no lo son, y creo que se pone poco el acento en que nunca como ahora ha habido tantas posibilidades de elegir cosas que antes no se veían en televisión. Se protesta y se cae en la crítica fácil sin pensar que la responsabilidad es de todos, y que hay dos botoncitos en un mando, uno para apagar y otro para cambiar, que te dan el poder de decidir. En general la gente tiene mucho más poder de lo que cree, o de lo que quieren hacernos creer; y a veces me fastidia porque la televisión como medio es blanco, un contenedor potentísimo donde puede haber maravillas absolutas, o la mayor bazofia y las bajezas más increíbles del ser humano. Pero me cansa la idea, ¿qué gente ve y apoya a toda esta morralla que vemos a diario? Porque luego todos sabemos quiénes son, y sí, nos lo ponen todos los días pero, insisto, podríamos no verlos. Y sin embargo algo se cuela ahí. La gente tiene mucho más poder en sus manos de lo que cree.
LTD.- En la película, ante una apuesta ciertamente substancial, tres amigos de la infancia deciden dar al traste con sus vidas y luchar por ambición, ¿qué empuja a vuestros personajes a comportarse de manera tan mezquina, sólo el dinero?
EA.- Hombre, algo de crisis de treinta y cuarenta años también se propone en la película, sobre todo en algunos diálogos, y muy acusado en el personaje de Alberto. Pero el incentivo último de la historia es, además de ganar el dinero, el de recuperar esa amistad y eso que hacían cuando eran jóvenes; creo que hay algo de crisis en sus vidas, más allá del dinero.
LTD.- En el material promocional de la película se dice que resulta muy actual por la forma de comportarse de los protagonistas, pero la amistad queda por los suelos y los personajes son algo sórdidos: no les importa romper un matrimonio, alejarse de sus hijos… ¿Realmente representa a la gente de hoy en día o es un estereotipo que se está imponiendo?
DM.- ¡Diecisiete millones de euros! –señala jocoso-
LTD.- Veámoslo desde una perspectiva idealista sin pensar en el dinero…
AL.- Es verdad, ¿vale una amistad diecisiete millones de euros?
DM.- Según qué amistad… –continúa burlesco-.
LTD.- Se supone que esta amistad dura desde la infancia…
DM.- Tampoco habla de romper una relación por intervenir el dinero; en el caso de estos personajes esa competitividad es el germen de su amistad. Además creo que toca también, sin querer generalizar que siempre es muy odioso, una cosa un poco masculina en esto de “a ver quién la tiene más larga”, como bien lo define Ernesto; es algo absurdo y posiblemente infantil, pero que se da. Hay partes en las que yo mismo me siento identificado; es una competitividad que riega esos lazos de amistad, y en el caso de los personajes de Amigos…, es prácticamente la base.
LTD.- ¿Pero esa competitividad define las relaciones amistosas actuales, o representa la amistad masculina por antonomasia, desde la noche de los tiempos?
DM.- Me imagino que se trata más de una competitividad de tipo infantil, que lo que podemos entender como ambición, poder o dinero. Es una rivalidad del tipo “a ver quién llega antes a la puerta”.
AL.- Yo creo que es una competición que en realidad les une.
EA.- Es que los personajes han hecho esto desde el propio planteamiento de la película, desde la cuna casi, apostaban con el primer biberón. Lo que detona toda esta carrera, sin lugar a dudas, es la expresión: “a que no tienes lo que hay que tener”. Es absurdo, lo sé, una tontería. Pero es el desencadenante.
DM.- Sí, es algo muy ochentero, muy de la época en la que se ha criado Borja también, y es que puedas oír cualquier provocación, cualquier cosa que te increpen, pero como te digan “a que no tienes lo que hay que tener”, pica esa especie de orgullo masculino un poco tontorrón, y que en este caso define a los amigos.
LTD.- Un orgullo y una apuesta un poco extravagantes…
DM.- Sí, pero todos hacemos algún tipo de apuesta. Nosotros, por ejemplo, apostamos a que esta película va a hacer una taquilla estupenda… ¡Una apuesta loquísima! –comienza a reír nuevamente-. De todos modos, todos tenemos ese punto loco. Yo me siento identificado en algunos aspectos con el personaje, o he tenido fases así, o amistades que han funcionado no exclusivamente por eso, pero que hemos tenido momentos parecidos. Pero no sólo los hombres, es algo inherente a los seres humanos, eso que nos empuja a la comparación, a la rivalidad y a medirse un poco. Está en la naturaleza.
AL.- Claro que competimos y apostamos, yo aposté con Borja algo tremendo, que fue engordar para esta película, fue la apuesta más loca que he hecho en mi vida… Algo así como ocho kilos en un mes, es decir, una barbaridad –ríe-. Pero me quedé en seis…
EA.- Yo trato de huir de todo ese tipo de apuestas, la verdad, me parecen empobrecedoras para mi vida. Trato de no caer en eso…
LTD.- Trata de no caer en ello, pero… –comienzo a reír-
EA.- Bueno…-ríe conmigo-, ¡he dicho trato! Otra cosa es que lo consiga. Pero me parece muy pobre. Igualmente me he divertido mucho con este tipo de cosas en la película, muchísimo.
LTD.- Se dice de Amigos…, que es una película muy masculina, aunque no para hombres; comparto la opinión de Diego Martín cuando dice que esta competitividad no es exclusivamente masculina
DM.- Claro, si la película tuviera tres protagonistas femeninas posiblemente sería distinta, aunque igual de distinta que si estos tres hombres fueran otros tres hombres.
AL.- Yo creo que la secuencia final, en la que los tres echan a correr por Madrid, sería muy distinta. Ellas pedirían un taxi.
LTD.- De eso nada… En cualquier caso, la probabilidad de llamar a un taxi irá en proporción a la altura de los tacones –veo a Ernesto Alterio mirar con una expresión difícil mis zapatos y me apresuro a puntualizar-, seguramente en esta ocasión me tocaría ir en taxi.
AL.- El resto de la película, sin embargo, me parece que sería igual.
DM.- Es evidente que los clichés no nacen de la nada, es decir, siempre hay algo que existe, pero yo cada vez soy menos dado no sólo a etiquetar diferencias entre hombres y mujeres, sino a creer en ningún colectivo. No creo en el cine español como género… Porque ¿qué es el cine español? Si acaba de estrenarse un western, ahora una comedia, yo acabo de hacer una película de terror… ¿Todo eso es cine español? ¿Es igual? No lo sé… ¿Qué es cine americano? ¿Es igual Clint Eastwood que Harry Potter VI? No creo. Y con los hombres y las mujeres me parece lo mismo. Literatura femenina… ¿qué es eso?
EA.- Pues una construcción que ayuda a las personas a no pensar más allá, Diego.
AL.- Es que tenemos una tendencia a etiquetar las cosas.
EA.- Son etiquetas que ayudan a almacenar en la cabeza y a no reflexionar; contribuyen a que la gente pueda digerir las cosas. Y los periodistas sois un poco especialistas en eso…
LTD.- A veces luchamos contra ello…
DM.- Creo que también se podría catalogar e intentar digerir el hecho singular en sí; y poder decir: “esta obra es de esta señora que escribe así o asá”, en lugar de señalar: “esto es literatura femenina” o cualquier otra cosa. Por eso no creo en las etiquetas.
EA.- Es algo que ya te quita la posibilidad de pensar más allá. La gente te pone una etiqueta y se queda tranquila. Ya no piensa.
DM.- Es que parece que cada vez vamos avanzando más hacia los kits. Es como cuando dicen: “eres actor, así que piensas igual que todos tus compañeros”. Pues a lo mejor no.
EA.- Por eso a mí no me gusta hacer reportajes con más gente, es más, ni siquiera películas –ríe satíricamente-.
DM.- Todo te llegará, Ernesto –le sigue en la risa.
EA.- Pero lo bueno es que no te etiqueten. Yo nunca me he sentido etiquetado, bueno, me han llamado de todo; es más, a decir verdad, tengo muchas etiquetas en mi cuerpo…
DM.- Lo que sí que se ve es que hay una inercia y un intento de que asientas o confirmes lo que se tiene pensado de ti; lo que también forma parte de uno mismo. En general la mayor parte de los juicios de valor que hacen sobre uno siempre conlleva una elección para descartar algo… “¿Por qué no haces otro cine?” “¿Qué prefieres?” ¡Pues todo! O nada, o a veces depende…
LTD.- En cualquier caso, esta película es bastante distinta a lo que habéis hecho en el pasado, no da lugar a que os etiqueten. Por ejemplo en el caso de Ernesto, ¿te imaginaste algún día que entrarías en Gran Hermano?
EA.- De verdad que no. Después de hacerla, me acordé de que cuando salió la primera edición, en la ceremonia de los Goya, una periodista se acercó a mí y me preguntó “¿Tú entrarías en la casa de Gran Hermano?”, coincidiendo con el boom del programa; y yo le contesté: “no, a mí mi trabajo me apasiona demasiado como para meterme en esos lares”, y mira tú por dónde, mi trabajo me ha llevado a meterme en la casa de Gran Hermano –vuelve a reír-.
LTD.- Esta película se encuentra a medio camino entre la exposición y la crítica, no está muy claro; ¿qué opinión os merece esa postura?
AL.- Creo que debe haber cine de todo tipo, pero esta película es una comedia que trata de entretener, aunque deja un poso para que cada uno, después de verla, pueda reflexionar en su casa al respecto. Me da la sensación de que no han querido poner, los directores y los guionistas, la moraleja final para indicar el camino que tiene que seguir todo el mundo.
DM.- A mí, y aun a riesgo de que Ernesto no esté de acuerdo –le mira y ríe burlón-, a mí y sólo a mí, me molesta el cine con mensaje, el de denuncia, con moraleja… No me gusta nada que me lo den todo mascado. Quiero que el cine me haga sentir, que me haga pensar, que me haga plantearme preguntas; no me gusta que me den las respuestas, ni me digan quiénes son los buenos y quiénes los malos; quién es el brillante y quién no. Prefiero deducirlo yo solo, y lo supremo es ya que salga confundido. Para mí uno de los momentos más maravillosos de una sala de cine es cuando un personaje habla y digo: “ay va, qué increíble lo que acaba de decir”, y de pronto otro responde diciendo lo opuesto, y pienso: “qué razón tiene”. Con ese conflicto, con ese dilema, el cine vuela mucho más alto, para mi gusto. Cuando dan una respuesta y un mensaje dogmatizado, me interesa menos. Es como ese cine de denuncia, en el que se parte de la base de que hay algo muy malo y como yo soy muy listo, lo denuncio para que ustedes vean. Me parece más interesante la exposición de la realidad.
LTD.- Pero también depende del talento de quien lo escribe y lo dirige, el cine de Costa Gavras, por ejemplo, es de denuncia de un sinfín de situaciones, y no lo hace de manera explícita ni panfletaria, sino que se destila la crítica de su propio contenido
DM.- Absolutamente de acuerdo. A lo que me refería con la denuncia, es que si en la película muestras que una situación es denunciable, me parece fantástico; lo que no me gusta es el cine “social” o “denuncia”, que implica que sea a priori de una determinada manera.
LTD.- Dado que nos hemos quedado sin tiempo, me gustaría saber qué proyectos tenéis entre manos en estos momentos
EA.- Junto con Amigos…, tengo otras tres películas por estrenar. Una es El sueño de Iván, de Roberto Santiago; otra que hice en Argentina que se llama Infancia clandestina, y La montaña rusa de Emilio Martínez Lázaro; y la gente me podrá ver a partir de septiembre, haciendo Yo, el heredero en el María Guerrero, que es una función de Eduardo de Filippo, un gran autor italiano, y viene un director napolitano a dirigirlo, un tipo que se llama Francesco Saponaro, o sea que conoce a este autor y todo lo que conlleva, así que supongo que estará muy bien.
DM.- Yo acabo de hacer REC 3, que se estrenará si todo va bien a finales de año. Para otoño tengo dos películas, estoy en la segunda parte de A tres metros sobre el cielo, que se va a llamar, creo, Tengo ganas de ti, y voy a estar en la nueva película de Enrique Urbizu.
AL.- Yo he tenido un contacto con una compañía teatral importante, para una nueva obra que va a montar; Almodóvar está pensando en mí para su siguiente protagonista… –ríe-. Vamos, que no tengo nada, de momento, pero espero que después de la película, algo caiga.
EA.- ¡Te van a llover ofertas Alberto!
AL.- ¡Espero no mojarme!
DM.- Alberto ¡me lo había creído!, cuando has dicho lo de la compañía teatral he pensado ¡qué callado se lo tenía!
LTD.- Totalmente cierto, ha sido un momento de confusión. Antes de irnos, quisiera comentarle algo a Ernesto…
EA.- Claro, dime
LTD.- De ti conservo un recuerdo casi surrealista. Hace años, cuando estabas interpretando Rose y Guild están muertos, me acerqué a hablar contigo y me diste un autógrafo; sin embargo, cuando lo leí ponía bien grande: “Para Rebeca, con cariño”.
EA.- ¡No me lo puedo creer! –ríe-, es terrible. Eso tenemos que arreglarlo -coge mi Moleskine y anota, hace incluso algún dibujo-. ¡Aquí está! Después de tantos años, ha llegado el momento de enmendarlo.
Leo la anotación y Alterio ha escrito: “por fin, LUCÍA, un beso. ¡Suerte!”. Le miro y sonrío.
LTD.- Pero qué grande eres, Ernesto.
EA.- Y tú qué divina.
Me devuelve el cuaderno y ambos sonreímos. Quién iba a decirle al ave Fénix que vería un concierto semejante en las entrañas de su hotel.
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