Todos tenemos, o hemos tenido, al menos un ídolo, alguien a quien venerar, pero no todos podemos decir que lo hayamos sido. Ese privilegio queda reservado para unos cuantos elegidos. Seres venerados cual antiguas deidades del Olimpo, como pertenecientes a otro mundo. Un hecho que sobre todo sucede en la meca del cine, donde viven los grandes dioses. Siendo, una vez pasado el punto álgido de sus vidas, desterrados del lugar, obligados a vivir en el inframundo, relegados al olvido.
En los años 80 y parte de los 90, Michael J. Fox fue uno de los actores más idolatrados e influyentes, de esos que terminan llenando las portadas de las carpetas que las quinceañeras pasean por las calles y pasillos del colegio. Para desmarcarse un poco del rol de héroe de adolescentes se embarcó en una cinta seria, alejándose, momentáneamente, de obras juveniles, lo que le llevó a protagonizar en 1989 Corazones de hierro de Brian de Palma, una película de mirada crítica hacia la guerra de Vietnam, en la que se muestra fríamente la deshumanización a la que puede llegar un hombre en el campo de batalla.
Imagen de Corazones de hierro, .Copyright © Columbia Pictures Corporation y distribuida en España por Columbia TriStar Films España. Todos los derechos reservados.
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La película trata un caso acontecido durante la guerra de Vietnam, el cual se publicó en 1969 en el The New Yorker en un artículo escrito por Daniel Lang. Es la trágica historia de cómo un batallón norteamericano, compuesto por cinco hombres, se adentra en los campos para hacer un reconocimiento, durante la intervención raptan, violan y maltratan a una joven campesina vietnamita. A todo ello, sólo uno de esos hombres se opone, sólo uno de cinco tiene el valor para enfrentarse a la locura. Un único héroe: Eriksson (Michael J. Fox).
El protagonista con quien abre y cierra esta historia, es quien montado en un tranvía ya en su hogar, recuerda todos los acontecimientos. Realizando a la vez que el viaje físico del vehículo, que le lleva a su destino, el psicológico, que le recuerda todo el caos pasado y del cual finalmente despierta. Unos hechos que se desarrollan a ritmo de la música del siempre genial Ennio Morricone, quien compuso la banda sonora. Que las guerras trastocan la mente es algo de lo que todos somos conscientes. Sobre todo en una tan cruenta como la del Vietnam, considerada por algunos la tercera en un ranking nada honorable, justo por detrás de la I y II Guerra Mundial, que ganan en violencia. En la cinta la operación demente del rapto está encabezada por el sargento Meserve (Sean Penn), un personaje cuya heroicidad inicial, en la cual arriesga su vida para salvar la del protagonista, queda ensombrecida por la vileza del acto final: raptar, violar y torturar a una joven inocente. De los cinco componentes del batallón únicamente el héroe (Michael J. Fox) posee los valores para distinguir la atrocidad, y la fortaleza suficiente como para oponerse a ella, enfrentándose a su superior y al resto de su compañía. Como buen héroe nunca dejará de intentar proteger el objeto de su misión. El fracaso de su aventura será lo que le marcará.
Imagen de Corazones de hierro, .Copyright © Columbia Pictures Corporation y distribuida en España por Columbia TriStar Films España. Todos los derechos reservados.
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El horror de los acontecimientos es mostrado a través de los ojos del protagonista. La mirada inocente y tan reconocible del actor varía según aumenta la tragedia, enfocada en planos muy cortos, como la conversación entre él y el sargento bajo la lluvia, donde mantiene la mirada fija y aterrada a cámara, logrando transmitir y expresar con claridad la cruel situación que sucede fuera de campo del plano. A esta actuación hay que sumarle la sobresaliente de su antagonista, un joven Sean Penn, que realizó un soberbio trabajo, algo a lo que en la actualidad nos tiene acostumbrados. La interpretación del personaje del sargento resultó brillante, dando vida a uno de esos malvados tan detestables por lo creíbles y reales que parecen.
La película de Brian de Palma, en su momento, no fue valorada como debiera haber sido, incompresiblemente no fue un gran éxito. Hay quien culpa al actor protagonista por su reputación de ídolo adolescente, aunque su trabajo aquí sea impecable, otros comentan que de haber sido estrenada unos años antes, aprovechando la buena acogida de Platoon (Dir. Oliver Stone, 1986) o La chaqueta metálica (Dir. Stanley Kubrick, 1987), no habría pasado tan desapercibida, incluso su éxito habría sido equiparable.
Fuera como fuese, lo que sí resulta evidente es que se trata de una gran historia brillantemente narrada e interpretada. Y, además, acompañada de una banda sonora intachable. Una obra de esas que injusta e incomprensiblemente cayó en el olvido.
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