Una película apacible puede crear desasosiego; una cinta puede ser trepidante, aunque en ella apenas suceda nada. Ajitpal Singh parece haber dado con la clave para subvertir el orden de la lógica cinematográfica y proponer un viaje áspero, incómodo y prodigioso con fragmentos de vidas ordinarias que, sin embargo, no tienen nada de anodinas. Y lo hace describiendo una historia de una sencillez apabullante, pero repleta de elementos de belleza sobrecogedora, para contrastar una realidad plagada de matices a la que cuesta asirse con calma.

Imagen de ‘Fire in the Mountains’ © 2019 Jar Pictures. Todos los derechos reservados.

Chandra (Vinamrata Rai) regenta una pequeña hospedería en el Himalaya llamada ‘Swizerland’ y, al igual que su nombre está escrito de forma incorrecta (sin “t”), la vida de Chandra es igualmente incompleta. Su hijo Prakash (Mayank Singh Jaira) lleva seis meses postergado en una silla de ruedas sin poder valerse por sí mismo, aquejado de un extraño mal que no responde a ningún condicionante fisiológico. Mientras, su marido Dharam (Chandan Bisht), alcohólico y renegador de la medicina occidental, quiere curar a su hijo mediante ritos religiosos tradicionales, los cuales requieren de una inversión que Chandra no está dispuesta a financiar. La única esperanza del hogar es Kanchan (Harshita Tiwari), su hija adolescente que, lejos de aprovechar la oportunidad que le ofrece la escuela, se centra en su cuenta de Tik Tok y en enviar vídeos a un compañero de clase. Completa el bodegón familiar la hermana de Dharam, Kamla (Sonal Jha), una mujer viuda con la que Chandra entra en constante conflicto.

Aunque el sueldo que Chandra obtiene es muy escaso, consigue ahorrar una buena cantidad de dinero para promover la construcción de una carretera que atraviese la montaña y llegue a su vivienda, de manera que sea más sencillo para los turistas subir, y para ella descender con su hijo. Sin embargo, la cerrazón del cacique local y la negativa del resto de hospederías de la aldea impiden que se lleve a cabo.

Sentadas las bases del conflicto en un lugar donde, literalmente, nunca pasa nada, las guerras intestinas entre los lugareños, el férreo patriarcado, la nula autoridad femenina, el alcoholismo, la religión, los rituales tradicionales y la violencia en todas sus formas irán brotando, inundando una trama conmovedora y dolorosamente auténtica.

Imagen de ‘Fire in the Mountains’ © 2019 Jar Pictures. Todos los derechos reservados.

A pesar de que Singh no se adentra en la historia de cada personaje, sino en el presente y en el sentido aspiracional que tiene cada una de sus vidas, instaura una idea que enhebra toda la trama: el conflicto entre avance y tradición. Y esto no solo se ilustra contrastando la pobreza que sufren con la presencia, insidiosa y hasta grotesca, de las redes sociales; sino, sobre todo, contraponiendo el pensamiento racional y científico, al tradicional y mítico. 

Presentada en Sundance, la opera prima de Singh nació de la propia experiencia personal del director, quien perdió a una familiar a causa de una enfermedad de la que no pudo ser tratada, ya que su marido la creyó poseída por espíritus malignos.

Imagen de ‘Fire in the Mountains’ © 2019 Jar Pictures. Todos los derechos reservados.

De ahí la relevancia de una historia aparentemente afable que, pese a todo, no tiene nada de cómoda, y en la que se revela la dificultad de comunicación, la indefensión de las mujeres, el contraste entre el progreso y la oscuridad. 

Pero Singh no lleva a cabo una crítica desde la perspectiva de un demiurgo, sino que nos adentra en la vida de unos personajes repletos de contrastes: espléndidos y mezquinos; amables y violentos; justos e injustos. 

La ambigüedad de las reacciones de unos y otros se enfrenta al tratamiento uniformado que Singh ofrece de todos ellos. El director no los juzga ni los condena, aunque tampoco cae en el relativismo moral: En el fondo, su mirada sabe dónde se sitúa la línea que separa el bien del mal.

En este fresco de humanidad cruda, salvaje, no se puede obviar la pulcritud con la que se fotografía una película por lo demás desnuda, sin una banda sonora que subraye la acción, ni diálogos ni puesta en escena exuberantes. 

Imagen de ‘Fire in the Mountains’ © 2019 Jar Pictures. Todos los derechos reservados.

La brutalidad de la naturaleza himalaya, de sus costumbres (que incluye la innecesaria y muy explícita decapitación de una cabra) y de las relaciones humanas quedan enmarcadas por la dirección fotográfica de Dominique Colin (frecuente de Cédric Klapisch y Jean-Pierre Jeunet), la cual contribuye a diluir la noción moral de una historia que, pese a su crueldad, muestra una dolorosa belleza.

Pareciera que Singh quiere enfatizar la idea de que el ser humano, aun en el rincón más inhóspito del mundo, no deja de ser humano. En el peor de los sentidos.

Y es que la historia de Fire in the Mountains, sin apenas principio, con desenlace sobrecogedor y, en cierta forma, deshilvanada y dejada a su libre albedrío es de una ambigüedad tan aterradora como fascinante.

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