Es propio de un espíritu fuerte profundizar los asuntos que trata y no dejarse sorprender por las apariencias.
Eugenio Espejo
Queridos amigos de Todo Es Cine:
Un placer volver a estar con todos vosotros. Hoy os voy a hablar de la película La sociedad literaria y el pastel de piel de patata (2018, Mike Newell), basada en la novela de Annie Barrows y Mary Ann Shaffer, y protagonizada por Lily James y Michiel Huisman.
La historia nos lleva a Londres, donde la bella y exitosa autora Juliet Ashton (James) recibe una carta. La suya no es una historia al uso, pues quien le remite el correo, Dawsey (Huisman) le describe cómo se ha formado la sociedad literaria de la pequeña localidad de Guernsey. Esto desconcierta a Juliet, al tiempo que crece su curiosidad por conocer más sobre ese grupo de lectura.
Comienzan a cartearse. Dawsey va desgranando nuevos aspectos de su historia, cómo pudo llevarse a cabo dicha aventura. La Segunda Guerra Mundial había dejado muchos cadáveres, algunos todavía en pie y en cuyos pensamientos seguía la huella de tanto dolor y drama. Juliet no queda fuera de ese sufrimiento, su editor y mejor amigo (Mathew Goode) le lleva a buscar una casa de acuerdo con su fama, pero ella recuerda la pérdida de sus padres en la guerra. Una bola de nieve con una paloma alada hace que Juliet no salga de su hostal, donde su casera se queja del traqueteo de la máquina de escribir día y noche. También se queja por la cantidad de flores que su prometido Mark (Glen Powell) le envía a diario.
Juliet parece ser una mujer que ha alcanzado el triunfo, que tiene dinero, fama y amor, pero le faltan partes que le arrebató la guerra. Por ello al recibir esa correspondencia, algo se abre en su interior, una esperanza que le hace dejar su apretada agenda y acudir al pueblecito que la demanda.
Allí no tiene un buen recibimiento, esperan a otra clase de autora. Pero cuando acude, como cada viernes, a la reunión literaria, Juliet se convierte en una más de esa historia. Le explican que todo comenzó con un cerdo; el hambre y las restricciones les dejaron sin comida, y un cerdo bien guardado hizo que se unieran una noche, aportando cada uno lo poco que tenía. Isola les llevó su licor de hierbas, Eben su pastel de piel de patata, y así todos, en torno al cerdo asado, tuvieron una noche diferente. Al salir de allí, el ejército de ocupación les da el alto para saber qué hacen en la calle tras el toque de queda, es entonces cuando inventan el nombre que da lugar al club de lectura y al título de la película. Como el militar va a acudir a sus reuniones para indagar, deben hacer acopio de libros para leer en el grupo. Al estar juntos, se dan cuenta de lo importante que es la lectura, la cual los lleva a otro lugar, les saca de todo aquello y les hace diferentes. Esto mismo le pasa a Juliet, en aquel mágico lugar encuentra algo, algo que ella sentía que conocía. Pero la historia se va complicando, poco a poco se da cuenta de que hay algo más, y como investigadora comienza a indagar. Pero eso ya es para vosotros.
A pesar de todo el trasfondo, la película es amable, llena de valores, de responsabilidades, de amor. Una de sus lecturas es la idea de no dar todo por sabido, abandonar los prejuicios y nuestras atribuciones que, sin saber la verdad, nos hacen equivocarnos con personas que son todo lo contrario de lo que aparentan.
La llegada de una forastera que se comunica a través del correo hace pensar en 84 Charing Cross Road (1986, David Hugh) La librería (2017, Isabel Coixet) e incluso Aprendiendo a conducir (2014, Isabel Coixet), porque todas tienen un nexo común, lo que he denominado hace tiempo como “amor cognitivo”, ese que una persona profesa por el mero hecho de hacernos sentir bien, de hacernos crecer, de hacernos sentir que pertenecemos. Esas personas que te transmiten ese “yo te conozco”.
Por eso, es propio de un espíritu fuerte profundizar los asuntos que trata y no dejarse sorprender por las apariencias.
Con todo el cariño, feliz noviembre desde La Mecedora.
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